Entrevista con el autor

Un encuentro, una historia, un libro: entrevista con Amets Arzallus

Amets Arzallus habla de Hermanito, libro que firma junto a Ibrahima Balde y que cuenta la historia de este, una historia de migraciones y búsquedas, de un viaje terrible y las muchas cosas y encuentros que ocurren por el camino. Es el germen de #LaMemoriaPerdida, por la que también le preguntamos, pero sobre todo la historia de una búsqueda, o de varias: la de Ibrahima, pero también la de Amets, la de su afán por encontrar el lenguaje preciso, un Euskera que pudiese trasladar la sonoridad del pular, idioma de Ibrahima. Disfruten de la entrevista.

¿Cómo conociste a Ibrahima?

Fue en octubre de 2018. En la Red de Apoyo de Irún, una asociación de voluntariado, hacemos cada mañana un tour desde la Renfe, para ver si hay alguien recién llegado que necesite ayuda. Una mañana me encontré con Ibrahima en la estación. Estaba sentado en un banco junto a otros migrantes. La mayoría cruza la frontera y sigue su camino en busca de su familia o alguna oportunidad de estudio o trabajo, pero Ibrahima se quedó para pedir asilo en Guipúzcoa. La policía le dio una cita para que fuera a contar su historia en la comisaria, pero era para 10 meses más tarde. Le propuse hacerle una pequeña entrevista y construir un pequeño dosier, pues se trata de contar tu historia oralmente ante un policía uniformado y no es tarea fácil.

¿Cuándo te diste cuenta que en su historia había un libro que merecía la pena escribir?

Al principio no se trataba de un libro, no había intención literaria ni lectores, más allá de un policía, seguramente sin mucha afición a la literatura ni a las causas humanas. Y quizás por eso, pensando que el dosier y la petición de asilo podrían no llegar a buen puerto, pensé que podríamos hacer otra cosa. Yo nunca había escrito un libro, y él tampoco, pero al oírle hablar, cuando me dijo que él no quería venir a Europa, ahí pensé que, tras esa voz, podía haber un libro.

Hermanito es algo más que el relato de un duro viaje. Hay en él una sonoridad especial, una suerte de tempo poético que convierte su lectura en una experiencia envolvente, que atrapa. ¿Cómo conseguisteis transmitir esa oralidad, esa voz que nos arrima a la historia de Ibrahima?

No sé si he conseguido transmitir toda su fuerza, pero lo he intentado. Lo importante era saber escuchar, no desde una mirada de “pobre chico, qué mal lo está pasando y qué bien habla”, sino considerarlo a él, como si estuviese en la Ópera de Paris o en el Guggenheim, o simplemente en la calle ante cualquier persona: considerarlo. Ahí empieza el respeto. Y luego, claro, yo soy improvisador oral, vivo de ello y es mi pasión, mi mundo. Ibrahima tenía una narrativa oral muy peculiar, muy cruda y bella, fruto de su capacidad personal, unida a una tradición oral fuerte en su lengua materna, el pular. Quise fabricar un Euskera que tuviera su música, la música de su oralidad guineana. Porque al final un libro, para mí, es la creación de un lenguaje, y para respetarle he tenido que romper a ratos mi idioma, cambiar el equilibrio de las palabras para que se oyera su voz directamente y quien lea el libro sienta su mirada, con transparencia, sin meterme yo entre los dos, evitando convertirme en una especie de tutor o aduana moral. Aduanas ya ha pasado bastantes en su camino. No necesitaba otra más.

Yo no quería venir a Europa”, dice Ibrahima. ¿Por qué crees que sorprende tanto leer u oír una afirmación cómo esa? ¿Crees que, todavía hoy, el desconocimiento y los prejuicios afectan a nuestra mirada sobre África?

Nuestra mirada está llena de clichés y prejuicios, y nuestro conocimiento es muy limitado, sobre todo porque hay un gran interés político y económico para que no se conozca la realidad africana, la de las personas migrantes, todo lo que ocurre de verdad. Muchas cosas son consecuencia de nuestras políticas. Por ejemplo, la realidad de Libia, Marruecos o de Melilla está directamente diseñada y financiada desde las instituciones europeas. Forma parte de esa política de externalización de nuestras fronteras, sufra quien sufra. Lo que ocurre en esos países, o en el Mediterráneo, es una tragedia humana, pero sin testigos.

Tras muchas experiencias durísimas, hay en la voz de Ibrahima una humanidad que conmueve, una especie de empeño en aferrarse a una mirada ética, comprensiva hacia los otros y hacia su historia. ¿Cómo nos transforma una experiencia como la suya? ¿Qué aprendizajes pueden sacar de ella las personas jóvenes que se acerquen al libro?

Habrá muchas maneras de leer este libro y cada persona tendrá la suya. Seguramente, había también muchas maneras de escribirla y yo he tenido que encontrar la mía. Esa búsqueda ha sido mi aprendizaje, y para aprender he tenido que ir contestándome algunas preguntas. Por ejemplo, cómo escribir, cómo hacerlo sobre una herida sin rasgar el pudor y la intimidad de quien la sufre. Cómo escribir con respeto, sin sacarle jugo a un dolor ajeno, porque es una cosa que hacemos mucho, a menudo sin darnos cuenta. Así que todo el esfuerzo estético del libro ha sido también una búsqueda ética para responder a esa preocupación principal. Hablar de cómo escribir es, sobre todo, preguntarse cómo mirar, y cómo relacionarme, no con una historia, sino con una persona. Pero imagino que cada persona que lea el libro encontrará su manera de relacionarse con Ibrahima, y el proceso de autoaprendizaje será seguramente diferente.

¿Cuál es la situación actual de Ibrahima? ¿En qué punto está respecto al proceso de asilo?

Le denegaron el asilo en octubre de 2019 y, desde entonces, vive en situación irregular, sin papeles, como lo hacen miles y miles de personas. Mientras tanto, sobrevive discretamente y dignamente, haciendo lo que más le gusta, que es aprender, formarse sobre mecánica de camiones en Madrid, porque el derecho a la formación es universal, tengas papeles o no.  Llevamos más de un año y medio intentando regularizar su situación, cumpliendo los requisitos que el sistema pide, que no son pocos. Ahora mismo, peleamos para hacer llegar de Guinea su partida de nacimiento y el certificado de antecedente penales, sellados por el consulado español de Conakry, que es la forma para que sean legales aquí. El proceso de regularización de un migrante es una odisea burocrática casi tan larga y sufrida como la geográfica que ha tenido que sufrir para llegar hasta aquí.

¿Qué opinas de #LaMemoriaPerdida? ¿Crees que una experiencia que aúna lectura, educación y juego puede ayudar a comprender mejor el mundo y la mirada de Ibrahima?

La propuesta de #LaMemoriaPerdida me parece muy interesante porque, aparte de abrir una pequeña ventana hacia el fenómeno migratorio, y concretamente hacia Ibrahima, también puede ser una ventana interna que enlace con historias familiares o personales, historias que merecen la pena ser recordadas y contadas. Y lo más interesante es pensar cómo contarlas, porque la manera de contar cada historia puede cambiar nuestra manera de recordarla.

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¿En qué consiste la actividad y cómo puedo participar?

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